NIÑO
GARCÍA HERNÁNDEZ
- Vamos a ver
- dijo el maestro - el niño García Hernández. - Servidor. - Cuéntanos la
invasión árabe en España. - Sí, señor. Nosotros vivíamos tan tranquilos en
nuestra península, dedicados a las labores del campo y a cardar la lana,
cuando una noche oscura, aprovechando la circunstancia de que todos
nuestros antepasados estaban durmiendo, llegaron los moros y se colaron de
improviso. Cuando nuestros antepasados se despertaron, vieron con gran
estupor que en nuestra península había miles, millones, trillones de moros.
No se podía dar un paso sin que surgiera un moro por detrás de una piedra,
por debajo de una mesa o por encima de un tejado. «¡Esto es una invasión!»,
dijo algún experto anciano, ducho en invasiones. Entonces nuestros
antepasados empezaron a pensar que aquello era una molestia terrible y que
había que hacer algo. Al cabo de nueve siglos ya lo tenían pensado. Las
voces de disconformidad recorrieron los cuatro puntos cardinales como un
reguero de pólvora. «¡Fuera!» decían unos. «¡Largo!», clamaban otros. Pero
los moros se quisieron hacer los desentendidos y seguían disimulando
haciendo huertas aquí y mezquitas allá.
Y al ver que ni por esas, nuestros antepasados hicieron gran provisión de
piedras, palos y tridentes, con los cuales hostigaron a la morisma hasta
la frontera Sur.
Cada antepasado nuestro había de luchar con seis mil doscientos moros.
Y los moros fueron vencidos, porque para eso eran infieles.
Eso es todo.
- Muy
bien, niño García Hernández.
Siéntate.
NIÑO OMAR BEN ALÍ
- Vamos a ver – dijo el maestro – el niño Ben Alí. - Servidor. - Cuéntanos
la invasión árabe en España. - Sí, señor. Nosotros vivíamos tan
intranquilos en nuestras desérticas tierras, dedicados a cuidar camellos y
a sacarnos la arena de los ojos, cuando una noche de media luna, alguien
dijo: «Vámonos a Hispania, donde no hay desierto ni camellos ni arena que
se meta en los ojos.»
Nuestros antepadasos hubieron de sostener duras batallas con los
hispánicos, porque eran testarudos y poco propicios a ser hospitalarios
con los de allende las fronteras. Al fin dominamos la situación. El suelo
de Hispania estaba hecho un asco. Tuvimos que quitar las piedras, remover
el suelo, arreglar las huertas y adornar extensos terrenos con mezquitas y
alhambras. Entre tanto, los hispánicos se pasaban días tumbados al pie de
una higuera, con una guitarra en una mano y un racimo de uvas en la otra.
Así durante nueve siglos. Al cabo de este tiempo, un avispado antepasado
nuestro, dijo: «Estamos haciendo el primo. Lo estamos dejando todo hecho
un primor, y cualquier día nos darán una patada en el trasero y si te vi
no me acuerdo.»
Y nuestros antepasados comprendieron las sabias palabras y abandonaron
Hispania.
Eso es todo.
- Muy bien,
niño Omar Ben Alí. Siéntate.
José Luis Coll
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DER
SCHÜLER GARCÍA HERNÁNDEZ
"Los", sagte
der Lehrer, "du, García Hernández." "Ja, Herr Lehrer." "Erzähle uns die
Geschichte der arabischen Invasion in Spanien." "Ja, Herr Lehrer. Wir
lebten ganz ruhig auf unserer Halbinsel und beschäftigten uns mit den
Arbeiten auf dem Felde und dem Kämmen von Wolle, als in einer dunklen
Nacht – den Umstand ausnützend, dass unsere Vorfahren schliefen – die
Mauren kamen und sich unvermutet einschlichen. Als unsere Vorfahren
erwachten, sahen sie mit grossem Erstaunen, dass sich auf unserer
Halbinsel Tausende, Millionen, Trillionen von Arabern aufhielten. Man
konnte keinen Schritt tun, ohne dass ein Maure hinter einem Stein, unter
einem Tisch oder auf einem Dach aufgetaucht wäre. 'Das ist eine
Invasion!', sagte ein erfahrener Greis, der in Sachen Invasion bewandert
war. Da begannen unsere Vorfahren zu merken, dass dies eine schreckliche
Störung war und dass man etwas dagegen tun musste. Nach neun Jahrhunderten
wussten sie dann, was zu tun war. Die Stimme der Unzufriedenheit
verbreitete sich wie ein Lauffeuer in die vier Himmelsrichtungen. 'Raus!',
sagten die einen. 'Fort!', schrien die anderen. Aber die Araber stellten
sich taub, liesse sich nichts anmerken und legten hier einen Obstgarten an
und bauten dort eine Moschee. Als sie sahen, dass alles nichts nützte,
legten unsere Vorfahren ein grosses Lager an Steinen, Keulen und
Dreizackspeeren an, mit welchen sie das Maurenpack bis an die Grenze im
Süden verfolgten. Jeder unserer Vorfahren musste gegen
sechstausendzweihundert Araber kämpfen. Und die Mauren wurden besiegt,
denn schliesslich waren sie Heiden. Das ist alles." "Sehr gut, García
Hernández. Setz dich."
DER
SCHÜLER OMAR BEN ALI
"Los", sagte
der Lehrer, "du, Omar Ben Ali." "Ja, Herr Lehrer." "Erzähle uns die
Geschichte der arabischen Invasion in Spanien." "Ja, Herr Lehrer. Wir
lebten ganz aufgebracht in unseren öden Ländern und beschäftigten uns
damit, Kamele zu hüten und uns den Sand aus den Augen zu reiben, als eines
Nachts, bei Halbmond, jemand sagte: 'Lasst uns nach Spanien ziehen, wo es
weder Wüste noch Kamele noch Sand gibt, der uns in die Augen dringt.'
Unsere Vorfahren mussten mit den Spaniern harte Kämpfe bestehen, weil
diese Starrköpfe waren und sich wenig geneigt zeigten, zu denen von
jenseits der Grenzen gastfreundlich zu sein. Schliesslich beherrschten wir
die Lage. Spaniens Boden sah scheusslich aus. Wir mussten Steine
herauslesen, Erde umgraben, Obst- und Gemüsegärten herrichten und weite
Landstriche mit Moscheen und königlichen Palästen verschönern. Unterdessen
verbrachten die Spanier Tage damit, unter einem Feigenbaum zu liegen, mit
einer Gitarre in einer Hand und einem Büschel Trauben in der anderen. So
ging das neun Jahrhunderte lang. Schliesslich sagte einer unserer
aufgeweckten Vorfahren: 'Wir sind hier die Dummen. Wir schaffen ein
Meisterwerk, und eines schönen Tages geben sie uns unter dem Motto "Aus
den Augen, aus dem Sinn!" einen Tritt in den Hintern.' Unsere Vorfahren
verstanden die weisen Worte und verliessen Spanien. Das ist alles." "Sehr
gut, Omar Ben Ali. Setz dich."
José Luis Coll
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